Otra semana de importantes testimonios en el juicio a la Triple A en Bahía Blanca.
Once fueron las declaraciones de personas, victimas y/o testigos que pudieron escucharse la semana del 11,12 y 13 de Agosto, en la causa que se lleva adelante en Bahía Blanca por Delitos de Lesa Humanidad a integrantes de la organización paraestatal Triple A.
Las próximas Audiencias serán los días 25, 26
y 27 de Agosto y podrán seguirse los testimonios por la transmisión en el canal de Youtube de la UNS
como las anteriores jornadas.
En la Causa, señalada como “Aceituno Raúl y otros s/torturas…” y que
tiene como acusados a Juan Carlos Curzio, Osvaldo Palllero, Héctor
Forcelli y Raúl Aceituno, el Tribunal continuó
tomando testimonio sobre las pruebas del
asesinato al estudiante David Watu
Cilleruelo, como también sobre otras
víctimas.
En la primera jornada
Pudieron escucharse los testimonios de la esposa e hija de Alberto Mario Pojomovsky, comerciante de nuestra ciudad, quien el
29 de junio de 1975, fue atacado a balazos en ocasión que salía junto a su
esposa de una cena en casa de amigos. Pojomovsky quedo gravemente herido, y su
esposa también fue alcanzada por las balas e intentaron secuestrarla. La
víctima fue internado en el hospital Municipal, luego que el hospital Italiano
que se encontraba a una cuadra del ataque, se negara a recibirlo. Luego de
agonizar 20 días, falleció producto de las heridas. Ambas familiares, dieron
cuenta del horror y el miedo vivido sobre esos años. Su hija Paula, destaco que
la familia se sumió en un silencio, que los llevo a no hablar prácticamente
sobre su padre, durante años: “Este
juicio es muy movilizante, porque nunca hablamos del tema directamente”.
La UNS “Tomada por
asalto”.
También en esta audiencia y las posteriores, se escucharon
testimonios que dieron cuenta del
ambiente y clima que se vivía en la UNS por entonces. Uno de ellos Norberto
Randazzo, trabajo en el departamento de mantenimiento y construcción de la UNS.
Se refirió a la forma en que la Patota compuesta por 10 o 12 personas, “tomaron por asalto” el 1er Piso de la sede de Colon 80, donde
“los veíamos transitar en todas las dependencias de la UNS, con las armas en la
cintura”. Esas afirmaciones son corroboradas por el testigo José Partnoy, quien
relató que fue testigo de la salida de
la patota armada desde el rectorado en Colon 80, el día del asesinato de
Cilleruelo, y su regreso, una vez producido el mismo en los pasillos de la sede
de Alem al 1200. Entre los integrantes de la banda que se desplazaban en el
automóvil falcon del Rectorado, pudo reconocer a los Argibay, padre e hijo y a
Aceituno.
Otro empleado de la UNS, Herbert Andreani, quien por
entonces era jefe de la división Automotores, y quien se encargaba de otorgar
los vehículos al personal, controlando los consumos de combustible, dio cuenta
de cómo estos sujetos utilizaban a su antojo la flota de vehículos de la UNS, y
jamás rendían ningún control de combustible ni de gastos: “Aparecían con un arma en la mano. Ponían la 45 arriba del escritorio y
decían dame un vale”. El testigo relato que los autos eran retenidos 4 o 5
días para luego ser devueltos a Automotores, y más de una vez vio armas dentro
de los mismos.
En el mismo sentido José Domínguez, otro ex empleado no
docente de la UNS, quien trabajaba realizando artefactos de vidrio para los
laboratorios, dio cuenta del terror y el desamparo con el que vivían dentro de
los lugares de trabajo. Declaró de haber conocido a varias de las víctimas de este juicio, pero
era particularmente amigo de Oscar
Ovidio Ancel, con quien compartían un grupo musical. Ancel fue secuestrado el 21 de junio del 75, junto
a su socio Ángel Ogues, también víctima
de esta causa, con quien compartían una librería. Sus cuerpos acribillados
aparecieron a la vera de la Ruta 33: “…
cuando le hicieron la autopsia (a Ancel) encontraron más de 49 proyectiles en
el cuerpo. Lo tocaban y le salían los proyectiles. Terrible la saña con que
había sido muerto esta persona.”
Ni con la patronal,
ni con los milicos, ni con Ponce.
En la jornada del miércoles, el último en declarar fue
Julio, Hijo de Salvador Julio Trujillo,
trabajador textil en la Lanera San Blas de Bahía Blanca, secuestrado el 20 de
septiembre de 1975 y aparecido algunas horas después, acribillado a balazos en
la espalda. Julio dio cuenta que su papa era perseguido y amenazado desde un
tiempo antes que lo asesinaran. Relató
violentos allanamientos de hombres armados
a su casa, en búsqueda de su padre, en donde además de ser amenazados y
violentados robaban todo lo que estaba a su alcance. En uno de esos
allanamientos “…a mí me pusieron un
revolver en la cabeza, mi madre tenía que decirles donde estaba mi padre,
porque si no iba a buscar la palita, para juntar mi cabeza en el suelo…”
Después de asesinar a su padre, siguieron los allanamientos, con acentuado
maltrato hacia su mama, la esposa de Trujillo.
“Mi padre era sobre
todo un excelente compañero de trabajo, era una persona con muy fuertes
ideales,… no hubo nadie nunca que pudiera decirme algo en contra de él. Era
insobornable”.
El testigo entrego al
tribunal unos “panfletos de época” que conservaba en su poder, como “el único testigo que yo puedo tener hoy”.
Se trataba de unos volantes del momento del asesinato, donde se denunciaba la
muerte de Trujillo bajo el título “Los patrones asesinan otro trabajador”,
Trujillo había advertido que él “no iba a negociar ni con la patronal, ni con
los milicos ni con Ponce” por eso otro de los panfletos decía “Trujillo tu
sangre derramada no será negociada”.
“Tuve miedo. Mi Padre
y mi hermano mataban gente”
En la tercer y última jornada del jueves, se produjo un fuerte e impactante testimonio ante la
declaración de Daniel Argibay, hijo y
hermano de dos de los principales miembros
de la Patota criminal de la
Triple A, los ya fallecidos, Jorge y Pablo Argibay.
Daniel realizo un primer contacto con miembros de la
Agrupación H.I.J.O.S., querellantes en
esta causa, quienes por medio de su abogada, Fernández Avello, solicitaron al Tribunal sea incorporado el
testigo para poder ser indagado, cosa que fue aceptada.
En su relato, Argibay pudo contar los tremendos episodios que le toco vivir,
siendo participe involuntario en muchos de ellos, ya que su padre solía
llevarlo junto a él. Recordó episodios
con armas en la sede de la CGT, Haber estado presente en la toma de la UTN, y
hasta presenciar y haber quedado en
medio de un tiroteo en la ciudad de Quequen.
En su declaración dejó
en claro la estrecha conexión que existía entre la Agrupacion Criminal de la 3A
y el V Cuerpo de Ejército por medio de un Mayor González, y por las armas con
sello del Ejercito que había en su casa. También existía la misma conexión con
la CGT y Rodolfo Ponce, La Universidad del Sur y con el Ministerio de Bienestar
Social de López Rega.
Su padre y hermano salían de noche y volvían de madrugada,
con infinidad de cosas robadas a sus víctimas, las cuales algunas se las
quedaban y otras se las llevaban de su casa.
Al finalizar, conto lo que implico en su vida haber vivido
esta situación familiar, lo que le llevo muchos años de terapia, y tener que
haberse recibido ya muy mayor en sus estudios, los años de terapia “… pueden dar cuenta del impacto que me
llevo tramitar ser hijo, o tener como progenitor, me cuesta decir padre, a
Jorge Oscar Argibay.” Considero que
la declaración “…es simplemente reparadora. He vivido con esto toda mi vida y me he
abstenido de declarar por algunas razones. Al principio porque entendí que la
ley me lo prohibía, y muchas veces, lo cierto es que tuve miedo, porque no
estoy hablando de un padre que da una cachetada, Mi padre y mi hermano, mataban
gente” “ …otro sentimiento que podía identificar era culpa porque en definitiva
era mi hermano y pensaba tiene una carrera prominente, se puede haber
arrepentido y después pensé que nada de todo esto, es algo de lo que alguien
puede llegar a arrepentirse y teniendo en cuenta también algunas actitudes en
relación a su vida y en relación conmigo.”
Cambiar el mundo
El último testimonio escuchado fue el de Ana Gulielmin,
quien era novia de José Manuel González,
al momento de su asesinato, el 24 de abril de 1975. Ambos pertenecían a un
grupo de jóvenes católicos, militantes de la parroquia San Roque, cuya
actividad consistían en la atención a los más necesitados. José Manuel
estudiaba filosofía y psicopedagogía en el Juan XXIII y trabajaba en la construcción del Polo
Petroquímico donde había sido nombrado delegado, lo que le valió la persecución patronal y de
la CGT de Ponce.
La participación en grupos cristianos era algo muy
recurrente por esos momentos, la Testigo
explica que “los jóvenes “a los 20, 22,
23 años quiere cambiar el mundo y uno se creía que lo podía cambiar” “Yo me
pregunto si de esta manera hicieron un país mejor, si matando gente hicieron un
país mejor, No se hace un país mejor así.” Dio cuenta de la persecución del
Padre Zamorano y del asesinato del Padre Dorñac del Juan XXIII por haber estado sindicados como
curas tercermundistas.
El daño familiar causado por el asesinato de José fue
inmenso. Refiriéndose al juicio, considero que
será el único homenaje que se le puede rendir a José Manuel y a sus
padres que tanto sufrieron y ya no están.
twitter @HIJOSBahiaBca
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